MATE

MATE
La vida en un mate: sorber despacio y saborearlo con intensidad ya que el mate, como la vida, cuesta un tiempo prepararlo, pero si no se disfruta al beberlo, cuando se acaba ya será tarde. Fotografía tomada en Argentina durante el corralito del año 2002

01 marzo 2012

CUADERNO DE VIAJE ÁFRICA DEL ESTE X BURUNDI Y RUANDA - TIERRA DE HUTUS Y TUTSIS


Hola a todos, perdon por el retraso pero aqui esta otro capitulo africano, sigo viiiiiiiiiiiivo y espero os guste...

CUADERNO DE VIAJE ÁFRICA DEL ESTE X
BURUNDI Y RUANDA-TIERRA DE HUTUS Y TUTSIS

DÍA 39 DE VIAJE

15 FEBRERO KIGOMA – FRONTERA BURUNDI – BUJUMBURA

Nos preparan temprano el desayuno para irnos a las 7.30h a la estación de Kigoma, donde nos vamos en un taxi compartido de cinco personas a la frontera norte de Tanzania con Burundi. En la carretera el día ya ha comenzado y escuálidas vacas con enormes cuernos caminan por la carretera en busca del pasto del día.
Seguimos viaje dejando al oeste las montañas del Gombe National Park, con muy difícil acceso por tierra, y casi único acceso por el otro lado de las mismas a través de botes por el Lago Tanganica. Toda una barrera natural para los muchos chimpancés que habitan en ellas y bajo la protección de la británica Jane Goodal que ha dedicado su vida entera al estudio y protección de estos primates.
Hacia las 10 de la mañana ya se comienzan a ver las montañas de Burundi al otro lado del valle que hace frontera con Tanzania. En esta frontera tanzana hacemos los trámites de  salida, y Salvatore y yo nos vamos caminando hacia la border de Burundi.

Debido a los muchos conflictos armados de los últimos años, hay casi tres kilómetros de distancia entre una frontera y la otra, que caminamos a través de un bosque de eucaliptos y ya sin carretera asfaltada. La verdad que entre las dudas por la seguridad en este nuevo país y la soledad del lugar sin apenas cruzarnos con nadie durante la casi una hora que estaríamos caminando, hacía que tuviera una sensación de cierta tensión, por el supuesto riesgo de gente armada que se suele mover entre fronteras y que hasta hace poco tiempo operaba en Burundi.
Sin embargo no tuvimos ningún problema y llegamos al pequeño puesto fronterizo de Manyovu donde un único policía armado, no sin sorprenderse de la entrada de dos solitarios blancos, nos selló el pasaporte de entrada y nos emplazó a que pagáramos el visado en la población de Mabanda a otra hora hacia el interior del país.
La sensación de riesgo, sobre todo por desconocimiento real de la situación actual del país, no me pasaría hasta la llegada a Mabanda, a donde nos dirigimos en un destartalado taxi compartido con otros tres locales y por pistas de tierra en muy mal estado por las últimas lluvias. Por el accidentado y pendiente terreno locales tiraban por sus bicicletas cargadas de mazoques de plátanos, para llevarlos a vender al mercado de la pequeña población.
Luego, en una zona relativamente llana cerca de Mugina, pudimos ver los abandonados campamentos de refugiados cercanos  a la frontera y donde las organizaciones de ayuda como Acnur y Cruz Roja, organizaron centenares de tiendas y sencillos comedores de chapa para atender a las miles de personas que buscaron refugio de las recientes guerras tribales de Burundi y Ruanda. El sitio era ahora un campamento fantasma pero no se había desmantelado, supongo previendo cualquier cambio en la actual situación de paz, y que deseo nunca más tenga que volver a utilizarse.
Uno se imagina lo que pasarían todas estas personas huyendo de tanto horror, y los años que pasarían en estos gigantes campamentos, hasta poder volver a sus abandonados poblados, a causa de las ilógicas matanzas entre etnias.
A las 11 ya estábamos en el puesto de policía de Mabanda, cuando comenzó un enorme diluvio que en poco tiempo convirtió el pueblo en un improvisado lago de agua enrojecida que anegó parte de las calles e hizo imposible llegar al funcionario que tenia que facilitarnos el visado, por el que tuvimos que estar esperando más de una hora hasta que paró de llover. Los otros dos encargados de la inmigración aprovechaban para dormitar encima de los polvorientos teclados de ordenador, bajo la foto del actual presidente del país.

Una vez ya con el visado de transito y valido para 3 días, podíamos continuar viaje hacia Buyumbura en un cargado matatu que salió de la improvisada parada junto al mercado, con gran actividad de venta de frutas, hortalizas y demás viandas. Todos los miércoles y domingos son días de mercado en esta población al sur de Burundi.
En el trayecto hacia la capital, ya con carretera asfaltada pero en muy malas condiciones, pude ir comprobando la gran pobreza en estas zonas rurales y  a diferencia con los otros países visitados, aquí hasta el ultimo palmo de terreno estaba cultivado, escaseando los arboles y estando plantadas hasta las cunetas de las carreteras.
En el matatu, como siempre muy cargado, pero en esta ocasión con varios acompañantes animales también. Una cabritilla atada por una pata a uno de los asientos y una gallina cacareando sin parar, al notar los muchos baches de la carretera.

Después de ir cresteando varias de las innumerables colinas del país, con un paisaje precioso,  comenzamos un pronunciado descenso hacia el gran lago Tanganica, que por la ventanilla podía ver al fondo.  Y una vez ya al nivel del lago, poblados de pescadores con sus artesanales barcas fondeadas y puestecillos de venta de su fresco pescado. El paisaje muy tropical con palmeras y preciosas playas a orillas del Tanganica que al ir saliendo nuevamente el sol después de la gran tormenta, hacia brillar sus aguas con luminosos destellos.
Una vez pasada la importante población de Nyanza Lac, se comienza a formar gran caravana de camiones y furgos, que un poco mas adelante nos hace parar por completo durante más de una hora, al haber un gran derrumbe de tierra  en la carretera que corta el paso. Las lluvias hicieron que parte de la montaña cercana al lago se viniera abajo, tirando también el tendido eléctrico paralelo a la carretera, y que conociendo como se trabaja en estos países, tardaría mucho tiempo en ser reparado.

Mientras  los viajeros  esperamos con la aconsejable paciencia africana, un grupo de jóvenes palean la tierra de la carretera buscando abrir un paso para los vehículos, que logran hacer entre el jubilo de pasajeros y conductores, que se suben rápido a sus matatus para continuar viaje, eso si pagando peaje en forma de propina a los afanados chavales, que nos solucionaron el día a todos. Aquí el MOPU, para ser más operativo es privado, y funciona, que sino allí estaríamos todavía.
Al pasar la zona del derrumbe, los pasajeros botamos y rebotamos en el interior, y la gallina cacarea nuevamente en señal de protesta por tan accidentado viaje. Con lo bien que estaba ella comiendo gusanillos en su pueblo.
El viaje continua, con más presencia de soldados armados en la carretera, y a unos 10 kms de Buyumbura pasamos al lado de una gran piedra que representa el otro de los lugares donde Livingstone y Stanley  pudieron encontrarse a orillas del Tanganica. El sitio se llama la “Pierre de Livingstone” y compite con Ujiji en Tanzania por ser el autentico, pero quien sabe, tendré que preguntarle a mi amigo el doctor, si se acuerda donde fue.
Cuando al otro lado del lago, por su proximidad al finalizar este, parecen poder tocarse las cercanas montañas del Congo, empezamos a entrar en la gran capital, muy extensa al no tener casi edificios altos, pero urbanísticamente muy ordenada en cuadriculadas manzanas de calles. Al llegar a la estación de matatus en las afueras de la ciudad transbordamos en otro  para ir al centro de Buyumbura  donde nos posamos junto al edificio que acoge el mercado.
Desde allí y entre una gran multitud de vendedores de casi todo, Salvatore me acompaña hasta el sencillo Hotel de l’Amitie, donde yo me quedaré los dos noches que pasaré en la ciudad, y donde nos despedimos ya que él se alojará en casa de un amigo que conoció a través de un club de viajeros que ceden alojamiento en sus casas cuando otro miembro viaja a su país. Un buen sistema para abaratar costes de estancia y que empieza a ser muy habitual entre viajeros de largos periodos.Despedida de mi italiano amigo y gran viajero, Salvatore.
Luego de instalarme, doy una vuelta por la ciudad donde se nota mucho la planificación de los colonizadores en su construcción, con anchas calles y avenidas, ahora salpicadas de puestecillos de todo tipo, y antes de oscurecer aprovecho para cenar una rica brocheta de pescado del lago con cerveza local, que aquí es Amstel, al tener la cervecera holandesa una planta de embotellado en el país. Regreso al hotel y al hacerse de noche la ciudad se hace un poco más insegura  con habituales cortes de luz.

DÍA 40 DE VIAJE
16 FEBRERO BUJUMBURA
Comienza el día en la ciudad, y tras desayunar con varios burundeses y ruandeses alojados en el hotel, me acerco hasta la cercana embajada de Ruanda en la ciudad para solicitar visado de entrada en el próximo país que visitaré en el viaje.  Este visado no se puede tramitar en la frontera, debiendo solicitarse con antelación rellenando  impreso, acompañado de fotografía y fotocopia del pasaporte con sello y visado de entrada en Burundi, así como duración de estancia y motivos de entrada en Ruanda.
Preparo todo y me llevo un gran susto cuando la ruandesa funcionaria de la embajada me dice que no me lo puede tener para el día siguiente y ni siquiera para el otro, al tener de plazo para gestionarlo 48 horas, que finalizan en sábado no operativo,  y que por lo tanto venga a recogerlo el lunes. Le intento explicar que el lunes ya necesitaría haber pasado Ruanda y estar ya en Uganda, y además que el visado de Burundi me lo habían dado en transito por solo tres días, con lo que me caducaría sin poder salir del país, al no tener nuevo visado de la vecina Ruanda.
Luego de mucha lucha, consigo solo sonsacar que me lo intente tener para el viernes por la tarde, y eso por supuesto dejándome claro que si el embajador lo autoriza. Vamos que ya me estaba haciendo a la idea de tener que salir del país otra vez por Tanzania y rodeando la cercana Ruanda. De poco sirvieron los ruegos y lloros de un solicito viajero ante la imperturbable funcionaria. Solo me quedaba esperar con la valiosa pero desesperante paciencia africana.
Pero es increíble como pueden cambiar las cosas en un momento. Desde la embajada ruandesa me voy hasta el mercado central para informarme de los buses hacia Kigali, y cuando estoy recabando la  información en la sencilla oficina de Yahoo Bus Car, explico a quien vende los billetes que no puedo reservar para un día fijo al no saber cuando me expedirán el visado, y en ese momento otro joven bien vestido se me presenta como el dueño de la compañía de minibuses y como gran amigo del embajador, al ser él también ruandés. No me lo podía creer, pero me estaba diciendo en correcto francés que no me preocupara, que él llamaría al embajador y me tendría el visado para el día siguiente, faltaría más. Así que me emplazó a que visitara tranquilamente Buyumbura y que a la tarde le llamara para reconfirmar. Como unas castañuelas me fui tras darle las gracias, pero como unas castañuelas dudosas de tan gran golpe de suerte y temiendo que si la amistad no era tan grande como me decía mi nuevo amigo Celestine, todavía se complicara más el visado ante la injerencia en la embajada. Bueno, paciencia africana.
Me acerco en taxi local, con cristal roto y agrietado por una traicionera bala perdida o a lo mejor no tan perdida, a ver la zona  mas norte del lago Tanganica, que por fin acababa de recorrer completamente en sus casi 700 kms de longitud, primero navegando en el Liemba unos 570 kms, y luego por tierra en la costa de Burundi, otros mas de 100.

El lago finaliza en quizá unas de las mas espectaculares playas interiores del mundo, Saga Beach, que al acercarme a verla cerca del precioso hotel Lac Tanganique, me parecía estar en el Caribe dominicano. Arena blanca y fina, aguas transparentes con fondo azulado, palmeras con cocos y niños locales disfrutando de un baño en esta zona sin riesgo de ataque de los muy numerosos hipopótamos y cocodrilos del lago.

Desde esta orilla del lago se podía contemplar toda la ladera de la colina sobre la que se asienta Buyumbura, y con su palacio presidencial en todo lo alto, situado en estratégico lugar defensivo.
A pocos kilómetros de allí está la frontera con el Congo, y se podían ver numerosos Land Cruiser de funcionarios de Naciones Unidas cerca de su amurallado cuartel general, así como de organizaciones internacionales que trabajan en el vecino país y en esa todavía algo convulsa región de Kivu Norte. Muchos controles de soldados burundeses en la carretera, que hacia pocos años habían tomado el relevo de los cascos azules de la ONU, que como fuerza de pacificación operaron en el país, y ahora se habían desplazado al Congo.

A la vuelta hacia el centro, bordeando las instalaciones de Primus, la otra gran cervecera de Burundi, visito uno de los atractivos turísticos de Buyumbura en años pasados y ahora en claro abandono. Se trata del Musée Vivant, una especie de zoo con intención de ser lugar de recuperación de animales salvajes, como el que ya había visitado en Malawi, pero que tras los años de guerra en el país se había desdejado bastante y los animales allí presentes, entre ellos un pensativo leopardo, un triste chimpancé y varios cocodrilos del Nilo parecían mas un llamativo reclamo de circo. Tuve una sensación de pena al verlos enjaulados en tan reducidos espacios.
Al lado, en un reptilario acristalado, un cuidador del centro me iba enseñando y queriendo colgar de mi cuello la variedad de serpientes del país, desde las pequeñas y de eléctrico color verde hasta las grandes víboras, cobras y serpientes de agua. Otras muchas de ellas altamente letales por sus mortíferos venenos me conformé con verlas a través del cristal. Para finalizar la visita nos acercamos a ver las casas tradicionales de Burundi, con sus techos de paja y cercados de madera, donde a modo de pequeño museo etnográfico se reproduce la vida rural del país y sus costumbres.
Desde el Musée Vivant me voy caminando hacia el puerto, parando a tomar una refrescante cerveza en un pequeño hotel que resultó ser regentado por una señora italiana, y que con gran interés me enseñó sus habitaciones y salones, por si alguna vez quisiera pasar unas vacaciones allí. En la conversación sale el tema del turismo en otros tiempos tan bollante y ahora intentando recuperarse tras los años de guerra. La verdad es que el país es precioso y a poco que se pase la sensación de miedo por entrar en él, es turísticamente muy bonito. El camarero me ayudó a reunir monedas del país que me faltaban para mi colección, las cuales junto a los billetes, recolecto de todos los países que visito, y de las cuales las más pequeñas, por su escaso valor hoy en día, es difícil encontrar.
Al mediodía aprovecho para comer en un muy agradable sitio llamado el “Cirque Nautique”, y que era como un sencillo club náutico, con restaurante sobre el embarcadero y vistas del lago y de las estancadas nubes sobre las montañas del Congo. Algunas pequeñas embarcaciones fondeadas eran vigiladas por un grupo de media docena de hipopótamos también ricamente refrescados, y en las aguas del lago también varados. Pensabais que iba a decir lo de que me ha salido un pareado,…pos sí.

La comida muy barata, consistía en un buffet de platos tradicionales africanos, patata dulce, arroz, ugali y tilapia fish, y con la bebida no pasó de 6000 francos ruandeses, unos tres euros al cambio.
A la tarde tomo café en un enrejado bar con cristales biselados, que en el exterior se veían como espejos, y que desde el interior se podía observar a la gente transitar por el cercano mercado de frutas. El local con carteles de café seguro, me hacia retornar a los peores años de las últimas décadas, donde en la ciudad se buscarían sitios sin riesgo para tomarse un café o comer con cierta tranquilidad. La gordísima pero encantadora dueña charló conmigo mientras me servía un impagable café de cafetera, cortado con espuma de leche, y que en África es muy difícil encontrar. Pero la mano francesa y belga en esta su antigua colonia, aún tiene mucha presencia, sintiéndose uno en una ciudad africana pero con raíces europeas.
Sigo visitando la ciudad, su preciosa y conservada iglesia, el mercado con negras mamis negras muy negras ataviadas con coloridos vestidos vendiendo todo tipo de frutas y verduras, y el antiguo hotel Novotel. Este hotel, ahora de otra cadena hotelera, era y sigue siendo refugio y lugar de asueto para muchos extranjeros en la ciudad, que durante años lo utilizaron como lugar seguro y hoy en día siguen reuniéndose muchos cascos azules en misiones de paz, y donde disfrutan sus días libres de permiso.
Al caer el sol regreso hacia la rue deL’Amitie pasando por la empresa de autobuses para ver si Celestine había podido gestionarme el visado, pero me dicen que no está y que pregunte a las 8 de la mañana. Empiezo a dudar sobre mi golpe de suerte, pero no adelantemos acontecimientos…paciencia africana hasta el día siguiente.

Para la cena compro unos mangos en el mercado y un delicioso croissanten la más famosa patisserie-boulangerie de Buyumbura, capital de un país al que personalmente agradezco el pasado colonial por que en él hay mi ansiado en todas las comidas “pan”, “bread”, “pain”. En otros lugares africanos da igual como lo digas que parecen no entenderte nunca, y si por fin  entienden tu demanda de pan, con gran sonrisa te comunican la mala noticia de que no hay. Pero a veces hay suerte y un poco de chapati, acompaña la comida del día, haciendo las veces de tan delicioso instrumento de mojar salsa. ¡Ay, señor, señor! ¿Por qué nacería tan panero?
Al lado del hotel, un esmerado africano peluquero se gana 2000 francos franceses (1 euro) por el afeitado de mi ya espesa barba, y yo me voy a mi seguro alojamiento a pasar otra noche en Burundi.
Bonne nuit, mes amis, a demain.

DÍA 41 DE VIAJE
17 FEBRERO BUJUMBURA – FRONTERA RUANDA - KIGALI
Con gran impaciencia por ver mi grado de suerte en el día de hoy me acerco caminando por las bien empedradas o alquitranadas calles hasta la oficina de Yahoo Bus Car, situada al lado del mercado central, en un pequeño local interior donde se apilan motores y piezas de autobús.
Pregunto por Celestine y me dicen se acaba de irse sin dejar noticia alguna sobre mi visado, pero el amable vendedor de billetes me dice que lo llama por teléfono para decirme algo, et voila, mi ansiado visado está tramitado por el embajador y debo pasar a recogerlo a las 9 de la mañana por la embajada. Y no solo eso, Celestine se acercará para despedirse de mí ya que entonces tomaré su minibús hacia Kigali que sale a las diez en punto.
Muy contento recojo mis cosas en el hotel, tomo un café y me voy hasta la embajada donde la misma chica del día anterior, esta vez con una gran sonrisa y delicadeza me entrega mi pasaporte con visado de entrada en Ruanda, deseándome un buen viaje. La  muy….condenada, que ni me miró la jornada anterior para decirme el muy utilizado “vuelva Vd. Mañana”, o pasado, o pasado. En fin el golpe de suerte era de lo más real y no solo eso, nada mas salir veo un gran y limpísimo Mercedes todoterreno con Celestine en su interior haciéndome señas de que me suba, y que me acerca hasta la estación de Buyumbura para tomar su minibús. Vamos que todo a pedir de boca y allí que estaba Albertín subido en tan lujoso coche con asientos de piel por las calles de Buyumbura, con su nuevo amigo ruandés Celestine llevándole como al embajador. En el trayecto me fue comentando que aunque es ruandés lleva años viviendo y gestionando su empresa de minibuses en Burundi, y que va a Ruanda a ver a su familia algunas veces.
En la estación nos despedimos dándome su correo para escribirle, aquí les encanta tener amigos europeos, que a la vez en un futuro pueden servirles también de ayuda para un futuro viaje a Europa. En su oficina todo atenciones con uno de los pocos intrépidos blancos de viaje por Burundi y encargándose sus empleados de acompañarme y  darme un buen asiento.

Bueno, parecía yo el príncipe de Zamunda. Salimos con puntualidad dejando la estación de Buyumbura donde vendedores ofrecían bolsas de viaje con la imagen de Obama, de la familia Obama, y de la bandera americana con Obama, vaya pasión por el chico que tienen aquí. Hasta hay una tienda en el centro que se llama Obama Shop Center, y usan su imagen sin ningún pudor para todo, hasta para los envoltorios de los chicles y de las porras.  ¿Derechos de imagen?, no sé cuanto le pagarán,jajá.

En el trayecto ascendente hasta la frontera de Ruanda el mismo paisaje precioso de montañas y campos con todo tipo de cultivos, pero pienso nuevamente que muchas bocas para pocas tierras. Burundi tiene casi 10 millones de habitantes en una extensión de país muy pequeña, así que mas vale que nunca se pierda una cosecha, por que aquí el hambre es real.
Plataneras, maizales y ríos de agua turbia por las frecuentes lluvias que arrastran la tierra de las montañas y provocan muchos desprendimientos, son el paisaje que puedo ir viendo por la ventanilla mientras que en el interior un monitor de DVD nos proyecta coros de negritos cantando góspel y todo tipo de música religiosa que nos reconforta el alma a los extasiados viajeros del bus, y que a alguno casi le hace levitar, pero no por la música celestial sino por los enormes baches de la carretera que coge el pequeño bus.
Muchos niños en bici van cogidos a la parte trasera de los camiones que ascienden las fuertes pendientes y otros trabajan ayudando a sus padres en las tierras, pastoreando rebaños de cabras en los arcenes  o acarreando agua en amarillas garrafas de plástico. Un país puede ser pobre, pero a éste la guerra lo hizo aún mas pobre y le va a ser muy difícil recuperar el tiempo perdido, además de no disponer de grandes riquezas naturales como sus grandes vecinos Congo y Tanzania, la gran densidad de población acrecienta el problema.
En el bus una señora blanca, que salvo mi amigo Santi en Tanzania, debe ser la única persona occidental que me topo en un transporte durante mí casi mes y medio de viaje, es acompañada por un joven congolés. Charlando con ella me dice que es belga y que se dirige también a Ruanda pero ella sin golpe de suerte, ya que no había tramitado el visado previamente, y cuando llegamos a la frontera les dieron la vuelta a los dos, teniendo que dejar el bus después de tantas horas y regresar de nuevo a Buyumbura a tramitarlo y….paciencia africana.
En Kayanza la gente se intenta abrigar con viejos anoraks, hace frio por la altitud. Cerca de los 3000m de altura sobrepasamos un mar de nubes y comenzamos nuevamente a descender pasando la frontera al cruzar el rio Akanyaru. Aquí muchos soldados armados en los dos países pero todo tranquilo y sin problemas. Podríamos haber seguido camino a la una del medio día pero las gestiones para intentar que cruzara la señora belga nos retuvieron una hora más.
Ya en Ruanda, el paisaje es casi idéntico, y como antaño fueron una sola región hoy en día podrían serlo nuevamente al compartir paisaje físico y habitar ambos países la misma población: los tan enfrentados históricamente hutus y tutsis.
Luego de la pequeña población de Ngoma,  atravesamos la segunda ciudad de Ruanda y antigua capital en época colonial, Butare, con sus grandes edificios que albergan la universidad, hospital y hoteles. Si hay una diferencia clara entre Burundi y Ruanda es que esta última se nota económicamente más prospera, con calles limpísimas, bien arregladas, cunetas y arcenes desbrozados, farolas en la ciudad, y mucha inversión de la Unión Europea y otros países, quizá como pago en penitencia por la falta de ayuda de la comunidad internacional en los días mas sangrientos del genocidio ruandés, y donde millones de personas quedaron abandonadas a su suerte.
De camino a Kigali nos detenemos en un pequeño pueblo a comer unas brochetas de carne con chapati y soda, que serviciales locales nos ofrecieron a la bajada del bus. Película de “Transporter” no solo doblada y traducida, sino también comentada que hizo las delicias del pasaje.

Cerca de allí el acceso a las montañas que ven nacer otro de los ríos tributarios del Nilo a través del Lago Victoria, y que forman las fuentes del Nilo Kagera en Ruanda.
Proseguimos viaje, con casas edificadas en modelo más europeo que africano, techos de teja roja, fachadas revocadas y pintadas, y zonas ajardinadas, por Kaghari y Niavayue para cresteando las muchas colinas, Ruanda es llamado “el país de las mil colinas”, llegar a la capital al final de la tarde.
Desde la gran estación de Nyabugogo a las afueras de la ciudad tomo un moto taxi que me lleva hasta el centro St. Paul, donde me alojo en una pequeña habitación que este centro religioso alquila a visitantes y estudiantes en Kigali. Paseo por el centro de la ciudad en la colina mas elevada de la misma, con grandes y nuevos edificios, cafés y tiendas abiertas hasta entrada la noche. Ceno en Chez Robert buffet ruandés antes de finalizar el día y vuelvo caminando por la ciudad a reposar las horas de bacheado viaje.

DÍA 42 DE VIAJE
18 FEBREROKIGALI
Desayuno en el supermercado del centro de St. Paul, que tiene todo lo necesario para las compras de los muchos estudiantes que allí se alojan, y luego voy a tomar buen café ruandés mientras reviso el correo en el mas famoso café de Kigali, el Bourbon Café, donde recabo información para visitar el Memorial Genocide Center, desgraciadamente el sitio mas visitado de la capital.
Me voy hasta él en un moto taxi, aquí con casco de seguridad incluido que me provee el educado moto taxista, y que durante toda la estancia en la ciudad siempre me olvidé de devolverles, tras pagarles la carrera, debiendo reclamármelo al irme siempre con él puesto. No se donde tengo la cabeza… ah sí, la tengo debajo del casco. Se partían de risa al verme marchar con el casco y yo sin darme cuenta.

Aunque parezca una tontería, uno después de viajar tanto por África en todo tipo de condiciones, no se acostumbra a tantas medidas de seguridad, pero es un matiz que da un ejemplo de lo occidental que es esta ciudad a diferencia del resto de las africanas. Calles alquitranadas con aceras, sin polvorienta tierra en la mayor parte de la ciudad, señales de tráfico por doquier, edificios y locales muy limpios, etc. Aquí no parece estar uno en África salvo por lo oscuro de la piel de sus habitantes.

Ya en la entrada del Memorial Center, que está situado sobre una colina donde fueron asesinadas miles de personas, uno ya se acongoja nada mas pasar  por debajo del arco con la palabra genocidio, y al entrar a visitarlo, al que escribe se le van escapando gotas de agua de los utensilios que tenemos en la cara para ver.Es irremediable, la impotencia va en aumento a medida que se leen paneles y se ven fotografías de la organizada matanza.

Hace bastantes años viajando por Polonia en tren, nos apeamos en una gélida y nevada mañana de invierno para visitar el campo de exterminio de Austwich en Polonia, hoy en día también un centro a la memoria del genocidio nazi. Entramos en los barracones, las cámaras de gas situadas en las duchas y en los crematorios, sintiendo, solo sin morirse, lo que a aquella gente se le hizo. En el día de hoy tuve la misma triste sensación, ante la impotencia de un gran sin sentido, una gran sin razón, en definitiva algo que sola la raza humana es capaz de provocar.

Pero creo que el tema, el recuerdo y la historia de lo que allí sucedió hace menos de 20 años merece ser contado mas detenidamente, y os pasaré un cuaderno a parte con toda la crónica de ese día, que si puedo publicaré en unos días en mi blog como pequeño tributo a las más de 250.000 personas que estaban enterradas bajo mis pies en esa sola colina de la ciudad.
En ella también os cuento cosas, del tristemente,más famoso hotel de Ruanda, el Hotel des Milles Colines donde se rodo la película “Hotel Rwanda”, pero donde también sucedió la historia real de la película. Tuve la oportunidad de estar toda la tarde leyendo y escribiendo en el escenario de tan desgraciados días. Hoy hutus y tutsis viven en una relativa paz intentando olvidar el pasado, pero el pasado es demasiado espantoso.

A la noche, antes de irme a dormir subí a la terraza del Hotel Rwanda, y vi ponerse el sol sobre toda la ciudad con todas sus colinas iluminándose con las luces de miles de casas, que hoy se acuestan en paz.  No será la última vez que pronuncie palabra tan importante en todo el mundo, pero sobre todo en mi querida África, donde todavía varios países no la pueden asumir completamente.

DÍA 43 DE VIAJE
19 FEBRERO KIGALI – FRONTERA UGANDA - KAMPALA - ENTEBBE
Después de un día triste pero también muy valioso, para conocer con detalle, lo que un hombre es capaz de hacer a otro, y sobre todo lo que un grupo de hombres puede hacer sobre otro grupo de hombres, mujeres y niños, retomo viaje hacia la frontera de Uganda. Tomo mi último moto taxiruandés para acercarme hasta la estación de Kigali y desde ella salgo en bus de la compañía Kampala Coach, valiendo el trayecto hasta la capital ugandesa 8000 francos ruandeses, unos 12 dólares al cambio. Eso sí, me subo al bus completamente empapado por la fuerte tormenta que nos pilló al motorista y a mí, al dirigirnos hacia la estación de buses, y que hizo de la carrera en las dos ruedas y sobre los ríos de agua que corrían por el descenso de la colina hacia la estación, una buena forma de soltar adrenalina ya por la mañana, aderezada con un toque de miedo a la caída sobre tan acuoso circuito. Pero no, estaba con un negrito Alex Crivillé, y me llevo inundado en agua, pero sano y salvo a tomar mi bus a Kampala.
Después de casi cuatro horas de viaje, entre plataneras y cultivados terrenos ruandeses, nos detenemos en la frontera, y mi ropa y botas ya casi estaban secas. Hago tramites de salida de Ruanda y de entrada con nuevo visado para la vecina Uganda y último de este viaje. Cambio dinero a una nueva moneda, que ya sería también la última de este viaje, el chelín ugandés. Y para acabar de pasar bien esta también última frontera terrestre, un rico olor de un puestecillo cercano me recuerda que no había desayunado, y unas fritas patatuelas con carne de pequeña parrilla y mazorca de maíz solucionan el problema del desayuno y de la futura comida.
Recorremos un centenar de kilómetros casi sin carretera asfaltada debido a las recientes lluvias hasta Kabale, y de allí a la localidad de Mbabara, para atravesando la imaginaria línea del Ecuador, llegar a Kampala casi de noche. Menudo viaje para mis posaderas, que días más tarde tendrían que volver a realizar casi por completo para ir hacia la frontera congolesa donde me encontraría con los pocos Gorilas de montaña que quedan en el mundo, pero en esta ocasión acompañado de mi media naranja, de camino en ese día en vuelo desde El Cairo.
Una vez en las afueras de la capital ugandesa, donde está la estación terminal de los Kampala Coach, tomo un boda boda, nombre que le dan aquí a los moto taxi, hasta la estación central donde podré tomar un matatu de noche hacia Entebbe donde se encuentra el aeropuerto internacional y donde esa madrugada llegará Mónica desde España.
El boda-boda, nombre distorsionado por el ingles africano, significaba border to border, al ser utilizadas estas motos para desplazarse de una frontera a otra, como ya había utilizado yo en el paso de Tanzania a Malawi. Pero los africanos pronuncian estas palabras como boda boda, quedando este nombre así para todos sus moto taxis.
En Kampala la experiencia de viajar por la ciudad es única, por el grandísimo trafico que hay durante todo el día, y que hace que se vaya constantemente esquivando matatus, camiones, coches y centenares de peatones que cruzan por doquier. Pero también un pofesional de las dos ruedas me deja entre el descomunal atasco de la parada de matatus a Entebbe. En poco menos de una hora estaría en la ciudad a orillas del Lago Victoria, para desde allí acercarme, en otro boda-boda a esperar dormitando en el aeropuerto la llegada de mi nueva compañera viajera.

Pero eso ya será un nuevo capitulo de viaje, un abrazo mis queridos y afanados lectores.
Continuará…
…esta vez en la llamada “Perla de África”, la maravillosa Uganda.

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