MATE

MATE
La vida en un mate: sorber despacio y saborearlo con intensidad ya que el mate, como la vida, cuesta un tiempo prepararlo, pero si no se disfruta al beberlo, cuando se acaba ya será tarde. Fotografía tomada en Argentina durante el corralito del año 2002

06 febrero 2012

CUADERNO DE VIAJE ÁFRICA DEL ESTE VI - MOZAMBIQUE Y ZIMBABWE

CUADERNO DE VIAJE ÁFRICA DEL ESTE VI
MOZAMBIQUE Y ZIMBABWE


DÍA 23 DE VIAJE
30 ENERO LILONGWE – FRONTERA MOZAMBIQUE – TETE
Desde la parada de los matatus de Lilongwe salimos 19 personas, otra vez como sardinillas en la pequeña furgo tipo vanette, hacia el sur de Malawi para ir acercándome a las fronteras con Mozambique e intentar pasar a este nuevo país. Y digo intentar porque quizá sea el más problemático a nivel de obtención de visado. En otra ocasión estando en Swaziland de camino al parque sudafricano Kruger intentamos entrar en Mozambique y visitar su cercana capital de Maputo, pero nos fue imposible obtener el visado en la frontera terrestre. Debíamos de gestionarlo en Sudáfrica y tardaba tres días, así que desistimos del intento. Y ahora no traía visado desde España, para no tener que enviar pasaporte a la embajada, y por si se perdía entre embajada y mensajerías días antes de viajar a Tanzania. Así que me voy a intentarlo en la primera border con Malawi, Dzeza, y si no pudiera en esta, continuar viaje por Malawi hasta la siguiente, más cerca de la segunda ciudad de Malawi, Blantyere.
Llegamos a la ciudad de Dzeza y allí me poso del matatu cerca del mercado. Enseguida varios bicitaxis se acercan para ofrecerme sus servicios de transporte a la frontera que está a unos dos kilómetros. Tomo uno por 100 kwachas, unos 30 céntimos de euro. El chico se ganaba la vida ejerciendo de Indurain de Malawi, y ahí íbamos los dos, él, de rey de la montaña, porque al principio había que subir, y yo, de paquete con mi mochila en la parte trasera. En casi toda África son muy habituales para transportar gente e incluso para hacer de mensajeros de paquetes normales o de paquetes vivos como pueden ser niños, gallinas o cabras como había visto viajando por Burkina Fasso. Después de la subidilla vino el kilometro de bajada hasta el puesto fronterizo de Malawi donde, tras rápido y movido descenso me desocupó sano y salvo,  pagándole lo acordado por esta genial etapa del Tour de Malawi.
Pregunto en la parte malawense si podre gestionar un visado en la parte mozambiqueña y asegurándome que no iba a tener ningún problema, relleno el formulario de salida, y me sellan pasaporte. Solo faltaba que saliera de Malawi y no pudiera entrar en Mozambique, teniendo que volver a hacer otra vez otro visado para regresar a Malawi.
Todo fue bien, en el puesto mozambiqueño, me hacen el visado bastante rápido, charlo con los policías de frontera en portuguese que se entiende muy bien, y que felicidad no tener que usar por unos días mi casi inexistente inglés. Cambio los makras que me sobraban de Malawi por la nueva moneda mozambiqueña, el Metical.


Una vez ya en Calomue, pueblo al lado de la frontera, a donde llego andando en diez minutos, tomo una chapa, como llaman aquí a las furgos como mucha razón, al no quedar más que la chapa de la furgo, no tapicería, no molduras, no nada, lo esencial es la chapa. Y en ella me voy hasta la cercana localidad de Ulongwe. Allí cerca de otro proyecto de World Visión, no seria el ultimo que viera, quizá es la ONG mas presente en toda África como vi en muchos otros países, hay que bajarse de esta y tomar otra que va hacia la capital de la provincia Tete. Hubo como siempre que esperar a  que se llenara, y en esta ocasión cuando pensé que ya estaba llena, no salía, esperando, esperando pude comprobar que aquí el espacio es mucho menos importante que la rentabilidad y en la chapa donde supuestamente, con los trasportines que ponen en la pasillera entraríamos 15 personas nos metimos 21. Nuevo record para mi, pero no fue fácil, ahí que entrenar mucho para conseguirlo, cuando el 20 y el 21 se disponen a entrar los otros 19 expiramos todo el aire para adelgazar un poco y así entrar todos. Luego lo de respirar cada uno como puede, las ventanillas van abiertas y aportan un poco de oxigeno a los intrépidos buceadores que vamos dentro. Como siempre yo, el único blanco por estos lares, a mi lado una chica joven con su bebe de pocas semanas, que iba chupando teta para contribuir a bajar el volumen del transporte, pero nada, la leche que quitaba a la mama se le acumulaba a él. Y delante mio un chico joven con Anorak puesto, habría 40 grados allí dentro, y cosas de la moda, él con anorak pret a porter.

Ya de viaje por el país, desde mi ventanilla y con medio cuerpo fuera, iba saboreando el paisaje con muchas tierras de maíz salpicadas por arboles de mango, gente con azadas por la carretera camino de sus cultivos y muchos pick up con trabajadores viajando en la parte trasera. Pensaba mientras veía los campos, cuanta hambre quita el maíz y la patata en América y África, como el arroz en toda Asia. Es la base de la alimentación para más de medio mundo. Y no podemos olvidarnos que en nuestro país, y más en concreto en nuestra región no hace muchos años, nuestro maíz, nuestra boroña, y nuestras patatas apaciguaban el hambre de media Asturias en tiempos de postguerra.
En las cuestas el conductor de la chapa la deja en punto muerto y así se ahorra unos meticales de gasoil, que siempre ayuda, y pitando constantemente para evitar espontáneos en la road, que pudieran dañar lo que quedaba de chapa.
El paisaje con preciosas montañas en el horizonte, algunas con forma similar a un volcán pero de piedra caliza, era precioso. Los poblados de adobe con techos de paja, disponen de pequeños graneros, como en casi todo el continente, donde sus habitantes guardan el grano de la cosecha para racionar durante el año. Similares a nuestros hórreos, son el national bank de los pobres agricultores del país.

A medio camino, faltando todavía unas cuantas horas para llegar, nos paramos en la carretera al pasar por un pequeño pueblo a modo de área de servicio, donde negras mujeres fríen patatas y asan pollo en pequeñas barbacoas de leña. Los viajeros aprovechan también a comprar bolsadas de mangos, plátanos y patatas que allí debían de ser aún mas baratas que en el resto del país. Comemos todos rápido y otra vez a expirar profundamente para entrar todos inside, esta vez encima, con el estomago lleno….

Lo que pude comprobar durante las varias horas de viaje, por carretera mas bacheada después de cruce hacia Tete,  es que los mozambiqueños son aún mas buenos y honestos si cabe que el resto de africanos, siempre buscando el saludo y gratificándolo con una sincera sonrisa y con detalles como, que  una viajera tomaba la iniciativa de ir cobrándonos a todos los 190 meticales del trayecto y luego darle el dinero al señor motorista, como aquí llaman al chofer. La carretera poco transitada, se nota que poca gente puede optar a un coche o incluso a una moto, ya que en la carretera solo se ven grandes camiones y chapas de pasajeros.
A primera hora de la tarde nos acercamos a Tete con un genial paisaje lleno de grandes Baobabs, y con ganas de divisar el gran rio Zambeze a su paso por la ciudad. Gran atasco en la entrada de la ciudad precisamente para cruzar por estrecho puente colgante el ancho caudal del Zambeze. El motorista me indica hotel barato en la ciudad y me instalo en una gran cutreroom sin baño pero con vistas a la transitada y polvorienta calle principal.

Como decía, Tete es la capital de la norteña región mozambiqueña del mismo nombre, y tiene una gran importancia como nudo de carreteras, y como base para muchas empresas mineras de capital portugués y mixto presentes en la zona. Aquí si se veían muchos mas trabajadores blancos, sobre todo en los restaurantes cuando me fui a cenar cerca del rio. Un lujo tomar pasta con carbonara y piri-piri (salsa de pimientos picantes), y con aire acondicionado en el local. Llevaba semanas sin una confortabilísima cena como esta. De vuelta para la cama, locales van recogiendo sus callejeros puestos y comentando la jornada.

DÍA 24 DE VIAJE
31 ENERO TETE – PRESA DE CAHORA BASSA – TETE
Hoy me dispongo a visitar la gran presa de Cahora Bassa, uno de los mayores atractivos que tiene Mozambique por ser una de las cinco presas más grandes del mundo, y encima en un rio como el Zambeze. Esperando a que se llenara la chapa hacia la localidad de Songo, a escasos kilómetros de la presa, me voy a sacar unas fotos y saborear la vista del rio Zambeze. Ya desde pequeño me pasaba horas viendo nombres de ciudades, montañas, lagos y ríos en los atlas y recuerdo que  me encantaban los exámenes de geografía que consistían en rellenar los vacíos  mapas físicos de todos los continentes. Ahí coloque el nombre de varios ríos africanos que ya tuve ocasión de ver en directo como el Nilo, el Níger, el Gambia, y ahora le tocaba el turno al gran Zambeze. Ojalá en el futuro pueda navegar por el grande que me falta, el ramificado rio Congo, si la situación política de este país mejora.
Salimos por la carretera que lleva a Zimbabue y a la altura de Matomba nos desviamos al norte hacia Songo. En el trayecto precioso paisaje de poblados con pequeñas chozas, rebaños de cabras y baobad de todos los tamaños, hasta de tamaños descomunales donde se podría hacer uno una pequeña cabaña ahuecando alguno de estos arboles.  Son tan importantes en toda África subsahariana que no se les suele talar y forman parte de la vida de los pueblos, dando cobijo tanto a improvisados puestos, como a amenas charlas al caer la noche, como a paradas de bus.
Llegamos al final del trayecto en Songo, despierto al joven negrito que se quedo durmiendo en mi hombro, y tras visitar el pueblo me acerco caminando a las oficinas de la empresa Hidro eléctrica de Cahora Bassa, la cual gestiona la presa, para pedir autorización para visitarla. Tras pasar el control de seguridad que da acceso al gran edificio de oficinas, me dan cita con el encargado de relaciones publicas quien me recibe y me indica que puedo visitarla exteriormente, teniendo opción a una visita a su interior al día siguiente. Opto por verla por fuera, ya que no tengo tiempo a quedarme otra noche allí, y pregunto si alguien va hacia ella, pero no hay suerte. Opción, ir caminando, y son unos ocho kilómetros. Allá que voy atravesando nuevamente el ordenado, limpio y urbanizado pueblo de Songo, que para algo alberga a una de las mayores empresas de Mozambique, y aporta capital a las arcas municipales. Estas gigantescas infraestructuras son una lotería para el sitio que las acoge, por que entre el tiempo que se tarda en construirla, en este caso mas de una década, y la riqueza que aporta su generación de energía, la cual abastece a medio país, hace que parezca que uno este en un pueblo europeo, en vez de en la África rural. Pregunto a algunos conductores si van hacia la presa y nadie me entiende muy bien, y es que en portugués el término correcto es barragem. En todo caso esa carretera solo va a ella y no esta nada transitada, así que sigo caminando y cuando ya llevaba unos kilómetros aparece una moto con dos chicos, que paran y me pregunta el piloto que si quiero alojamiento o comida, él me lleva en la moto a un lodge cercano. Yo le digo que solo voy a ver la presa, pero a la vez pensándolo bien y faltándome aun varios kilómetros para llegar, opto por ir a tomar una cervecilla y comer algo allí. Así que sin ningún pudor el contento motorista le dice a su colega, que tiene un cliente que atender y que a partir de ese momento quien va andando hasta la presa es él. Nos vamos en pequeña motozuela casi sin frenos, por las cuestas que conducen hasta la presa, pero eso si usando el freno motor que se le revoluciona a tope. En una curva de la carretera le pido parar porque hay una vista espectacular de la presa y todo el lago de Cahora Bassa. Impresionante.

 Saco fotos, me deleito y subo nuevamente con mi Nieto, quiero decir con mi negro Angel Nieto y su parecida moto de 50cc, y seguimos camino del nivel del agua, donde se para para que contemple y admire el Zambeze y su fuertemente hormigonado embudo de diseño humano. Seguimos y me lleva al lodge en el que trabaja que es otro de esos pequeños paraísos que te encuentras cuando viajas tan incómodamente por estas tierras. Se llamaba Ugezi Tiger Lodge, y era un alojamiento al lado del embalse, y base para los muchos pescadores que vienen a disfrutar de su afición a este sitio lleno de peces.
 Aprovecho para comer, esta vez pescado, y era pescado pescado esa mañana en el Zambeze, que no se prueba todos los días, y tengo que reconocer que aquel pende, como me dijo el cocinero que se llamaba estaba…uhmm…como estaba.
Luego me acerco por las tranquilas casitas con magnificas vistas del lodge, hasta el borde del rio, donde artesanales embarcaciones navegan remontando el rio hasta la frontera con Zambia y Zimbabwe.
Para regresar desde allí otra vez con el campeonísimo motorista que me acerca hasta un cruce en la carretera que bordea el rio, y donde supuestamente pasa una chapa, cada sabe Dios cuantas horas.

 Allí me descabalga de su montura y me quedo en pequeña casa al lado del control de policía del cruce. Cerca de un grifo, un curioso gallo me observa como diciendo “no le queda a este nada que esperar aquí”, le saco una foto con tan mala suerte que me ve uno de los policías y me llama al puesto, donde su superior me dice que porque les había fotografiado. La situación empieza a ser incomoda, le intento explicar en medio hispanoportuguese, que solo fotografiaba al gallo, pero me hacen que les enseñe en el monitor digital las fotos. Viendo lo hermoso que había salido el gallo, se relajaron y charlaron un poco conmigo hasta que llegó al control un gran y nuevo pick-up, al cual le indican que si me llevan hasta el siguiente pueblo, y suerte allí me monto. Eran unos mozambiqueños blancos con conductor negro de una empresa de Maputo que habían venido a ver la presa, presa no, barragem.
Solo van hasta Chitima, donde me dejan y pregunto por la chapa que regrese a Tete para pasar noche. Unos amigables locales me mandan esperar a la puerta de su casa, que es medio casa, medio tienda y gustándoles mi cámara me animan a que saque unas fotuelas, que comienzo a tirar con gran aforo y expectación por ver el resultado en el monitor.

Después de unas dos horas, fuertemente interrogado por mi periplo viajero y ojeando mi arrugado mapa como si de un jeroglífico se tratara, llegó la chapa, que por supuesto hubo que esperar otra hora más a que se llenara para finalmente emprender viaje de regreso a la capi.
Me tocó chofer joven, y la consecuencia era radio a tope con música hip-hop que te deja la cabeza como un bombo en las casi dos horas de trayecto, pero me intento desconectar viendo el atardecer sobre los majestuosos baobabs, que por cierto en Mozambique llaman embondeiros. Noche en el mismo hotel fijo, “mas malo conocido que bueno por conocer” con aeronaves aladas sobrevolándome.


DÍA 25 DE VIAJE
1 DE FEBRERO  TETE – HARARE (ZIMBABWE)
Tras enterarme la noche anterior de donde salían las chapas para la frontera de Zimbabwe, salgo en una de ellas pasando por la pequeña población de Changara, donde los niños, aquí con uniforme blanco y verde, planta arboles cerca de su colegio a la orilla de la carretera.
Durante el trayecto, leo la historia de Mozambique y llego a la conclusión de que el mayor atractivo que tiene Mozambique, a parte de sus playas en toda la costa del Índico, es una palabra que en este país, como en otros de África, en los últimos tiempos es su mayor logro. Esa palabra es PAZ. Nosotros en occidente estamos muy acostumbrados a ella, pero en este país que sufrió la guerra hasta hace unos pocos años es la mayor de las felicidades. Y para mí también, que en mi ansia por conocer más y más lugares del globo, es un placer poder entrar en países sin conflictos armados, y una desilusión no poder viajar a otros por el momento por su situación actual. Y en la mayoría de los casos, no por culpa directa de sus habitantes, sino por desestabilizaciones exteriores basadas en fuertes razones económicas para terceros países. Se quitan y ponen gobiernos, presidentes y dictadores al antojo y deseo de estas poderosas fuerzas, siendo la población siempre la mayor damnificada como pude comprobar charlando con mi vecino pasajero, quien me contó que vivió refugiado en Malawi durante varios años, hasta que se estabilizó la situación en el país.
Hoy en día las dos fuerzas tantos años enfrentadas, el Frelamo (Frente de Liberación de Mozambique) y el Renamo (Resistencia Nacional de Mozambique) se mantienen coaligados en una deseada paz en el país. 
Ya tras dejar la frontera mozambiqueña, en la Zimbabuense me piden certificado de la fiebre amarilla, al ver en mi pasaporte que había estado en Tanzania. Menos mal que si llevaba la amarilla cartilla de vacunación de la amarilla fiebre y después de gestionar visado entro en Zimbabwe sin problema. Cambio los pocos meticales que me habían sobrado por dólares americanos, al  haber desaparecido ya la moneda nacional debido a la crisis de superinflación que paso el país en los últimos años, y que no le quedó mas remedio que dolarizar su economía. Tomo nuevamente un pequeño matatu para ir hacia la capital, y cual es mi sorpresa que al partir batimos nuevamente World Record of Pasajeiros, siendo en esta ocasión 22 los que estrechamos fuertes lazos de amistad en el interior de la abarrotada furgo.
En el camino a lo lejos se veían preciosas montañas rocosas que auguraban el paisaje que iba a contemplar a los pocos días. Las construcciones de los poblados ya cambiaban al ser las chozas de los shonas, etnia mayoritaria en el país, circulares y con techo de paja como en los otros países, pero mas grandes y hechas con rectangulares ladrillos de arcilla.
No obstante una cosa varía ostensiblemente, y era que cambiaban las pequeñas parcelas de tierra de Malawi o Mozambique, por grandes extensiones de terreno cultivado a modo de latifundio y totalmente valladas.
El país, aun con una gran crisis económica reciente, es de los mas ricos del continente junto a la vecina Sudáfrica, y se podía comprobar al acercarse a la capital con grandes casas cercadas por altos muros, muchos más y lujosos coches, y  carreteras con varios carriles. En la furgo un poco asustados por las fotos que tomaba desde el interior, y que me hacían señas de que guardara la cámara al pasar los controles de policía. Luego me enteraría que el gobierno del casi vitalicio Robert Mugabe, tiene prohibido tomar fotos sin autorización expresa.
Una vez en la estación de buses de Harare, me fui caminando a visitar el centro de la gran ciudad, muy parecida a Pretoria en Sudáfrica, por sus calles cuadriculadas y sus altos rascacielos al lado de pequeños edificios. Muchas iglesias e infinidad de bancos.
Desde cerca de la iglesia anglicana cojo un taxi por dos dólares para ir hasta el backpackers de Harare que se encontraba a las afueras de la ciudad y cerca de la Universidad.
Me instalo en otro pequeño y supereconomico paraíso, decorado exteriormente con figuras metálicas de animales en el jardín, elegante coche antiguo a la entrada,  y con una pequeña piscina que todavía me da tiempo  de probar. Charlo con una señora alemana que estaba leyendo en el jardín, y que resulta ser una estudiosa de los guepardos en Kenia, y de vacaciones con su marido en Zimbabwe.
Cena con uno de mis compañeros de cuarto

compartido, un americano de Seattle que trabajaba en Harare, y charla con una pareja de Israelitas de viaje por África. Noche de tormenta en temporada de lluvias en este país.

DÍA 26 DE VIAJE
2 DE FEBRERO  HARARE – BULAMAYO
Dejo el backpakers para continuar visitando la ciudad, después de desayunar empanadilla local con café en el cercano Shopping Center de Avalande, y taxi compartido hasta uno de los atractivos de esta capital que son sus jardines, Harare Gardens, donde se puede ver una pequeña reproducción de las cataratas Victoria pero con escasa agua. Luego visito la National Gallery con impresionantes esculturas en  piedra y granito del país, y el centro financiero con sus altos edificios de oficinas, bancos y compañías aéreas. Esta zona se me parecía mas a Johannesburgo que a Pretoria, en la vecina Sudáfrica.

Otra zona bonita de la ciudad es la First Av., calle peatonal y muy comercial, con vendedores, músicos e incluso parlanchines callejeros que levantaban mucha expectación entre los viandantes. Cada dos calles un Spar, antes tan familiar en España, y ya dejando el centro edificios más bajos camino de la estación de ferrocarril. Allí me entero de los trenes hacia Bulawayo, que como me sucedió en Tanzania, no salía hasta el día siguiente a la tarde.
Así que me voy en busca de la estación de donde salgan buses hacia la segunda ciudad del país que está bastante a las afueras. En abarrotado bus salimos por los aledaños del gran campo de futbol llamado Ruzafa Stadium, y abandonamos Harare viendo la silueta de su Skyline, y pasando por el Exhibition Park que es un recinto muy similar a nuestra Feria de Muestras.
El viaje, en principio de unas 7 horas, como siempre se acabaría convirtiendo en una jornada interminable, al parar el bus y dejar mucho pasaje, en la intermedia ciudad de Gweru y tras casi dos horas de no llenarse, solucionarlo uniendo el pasaje de dos autobuses para luego abarrotado uno de ellos salir hacia Bulawayo.

Durante este tiempo, compro unos plátanos junto a un zumo de naranja, que enseguida mis vecinos pasajeros, me alertan que no es bueno. Al principio no entendía por qué, pero luego comprendí que el vendedor rellenaba la mitad con agua y colocaba nuevamente el tapón para como Jesús “multiplicar los panes y los peces”. Pasajera de mi lado reclama al chico otro zumo perfectamente cerrado y me trae el de otro más honrado vendedor, pero al reclamarle este el dólar que yo ya le había pagado por todo, este se niega y se monta allí la de los demonios. Estarían cerca de una hora discutiendo y sin vender nada mas a los minibuses que paraban en la estación, con enfervorizada polémica por 50 cts. de dólar que uno reclamaba al otro. Los africanos cuando creen tener la razón la defienden horas y días si hace falta. Al final partimos merendándome los plátanos y el polémico zumo.
 La verdad que ya me llevaba fijando que a veces compras el agua embotellada por mejoría, pero el tapón abre tan fácil que supongo estará muchas veces rellenada. Menos mal que tampoco suelo tener diarreas mientras viajo, que sino como para bajar con prisa de un matatu con veintidós dentro.

En la carretera nos adelanta una camioneta a rebosar de repollos, que con la velocidad del adelantamiento a nuestro bus los va perdiendo con los baches, y como si de proyectiles se tratara el bus esquivaba los repollazos, sino se ve no se cree. Y para no creer era la exposición de lapidas funerarias en el margen de la road, que haría las delicias de Santa Lucia en España.

Bueno al final casi 10 horas muy amenas, sino fuera por que el chofer del nuevo autobús llevaba la radio, como ya me había tocado dos días antes, a potencia extrema y mis orejas ya no sabían donde meterse. Ellos sin problema lo solucionan hablando mucho más alto y sin mostrar dolor de cabeza alguno, son mundiales. Otra vez único blanco en el bus, pienso que ni se fijan en mí, pero al bajar del bus todos me saludan y desean buen viaje.

En Bulawayo, donde la mayoría de la población de la región es de la etnia endebele, provenientes de los reinos zulús de Sudáfrica, busco alojamiento para visitarla al día siguiente junto a uno de los mejores parques del país.

DÍA 27 DE VIAJE

3 DE FEBRERO  BULAMAYO – MATOPOS N.P – VICTORIA FALLS

Hoy tengo la idea de visitar desde la ciudad un parque de no muy gran tamaño, pero si muy importante por ser el que alberga el mayor paisaje granítico del mundo y sus famosas piedras oscilantes y que luego os cuento cosas de ellas, es el Matopos N. P. En la mañana me voy, en un taxi compartido, hacia la parada de los matatus que van a Matopos, y que salen de un barrio a las afueras de Bulawayo llamado Retreat. Cuando está lleno salimos hacia Matopos con control de policía a la salida de la ciudad. El conductor que va hacia el pueblo con los demás pasajeros para a la entrada del Parque Nacional, para dejarme a mí allí. Al no haber ningún vehículo en esta entrada del parque con el que visitarlo, muy amablemente el chofer del Matatu pregunta al guarda si en la otra puerta donde hay un lodge cercano puedo visitarlo con algún vehículo del alojamiento o a pie, y después de convencer al guarda accede a que pase, pero curiosamente sin pagar la entrada al parque nacional. El matatu entra con los demás viajeros, que no deben pagar por atravesarlo, y por la carretera interior del parque vamos circulando hasta dejarme cerca de la puerta de salida. Allí el matatu sigue hacia el pueblo, indicándome a mí que por un camino de tierra, mas o menos a un kilometro y medio encontraré el lodge del parque, y allí me informaran de todo.

Me quedo y voy caminando con los ojos mirando para todos lados por si aparece algún animalejo que me ocasione algún desperfecto. En esta zona del parque había leído que no suele haber felinos, pero si rinocerontes blancos. A medio camino oigo taconeos y cual es mi sorpresa cuando veo a un grupo de cebras que pastando se asustan un poco por mi presencia. En ese momento si que temía pudiera aparecer algún bichejo más problemático para mí y yo por allí andando sin coche, ya que es habitual en los parques ver a rinos o elefantes pastando con las cebras y los ñus. Esperaba en esta ocasión no fuera así, y al poco rato llegaba al resort de lujo con cabañas diseminadas entre la vegetación y con una choza de paja a modo de salón de lectura y con unas vistas preciosas del paisaje de rocas graníticas entre la vegetación.

 Ya en la recepción una amable recepcionista Zimbabwesa me informa que en ese momento no hay ningún vehículo disponible para visitarlo pero que con un poco de cuidado podía hacer el safari a pie, subiendo hacia una de las colinas donde había una inmejorable vista de todo el parque.

Y allá que me lanzo a caminar, encontrando en el camino otra manada de cebras, y ya comenzando la ascensión cuatro grandes impalas saltando un pequeño cierre que bordeaba el hotel. Me quede impresionado por su tamaño y con que habilidad fueron saltando uno a uno, desde la zona donde estaban pastando, al notar mi presencia.

Continúe por camino bastante bien marcado ascendiendo por entre vegetación y grandes rocas de granito, que a medida que subía se iban mostrando mas despejadas. Una vez arriba la vista era impresionante. Todo el parque se divisaba desde allí y a mi lado las grandes plataformas de granito oscuro, con líquenes amarillos y naranjas, hacían de solera de las grandes y redondeadas piedras que pareciera se fueran a caer en cualquier momento, unas de encima de otras. Los colores y las formas que la erosión fue moldeando durante miles de años, hace que este sitio fuera para los antepasados moradores un centro de rituales y gran espiritualidad, cobijando en su interior infinidad de cuevas con pinturas rupestres. Y con tanta majestuosa piedra no es de extrañar también que la palabra Zimbabwe, significa en lengua bantú “gran casa de piedra”. A lo lejos se puede ver la colina donde deseó ser enterrado Cecil Rhodes, quien luchó por la independencia de este país, y evitó su unión al estado sudafricano, y dio nombre al país en décadas pasadas: Rhodesia. Durante el viaje voy leyendo la historia de cada país que visito y la de Zimbabwe es muy interesante y guarda muchas similitudes con la de Sudafrica.

Después de tomar unas cuantas fotos de las curiosas formas voy bajando por la otra vertiente para en poco más de una hora llegar nuevamente al lobby del hotel. En el camino un asustadizo lagarto se esconde trepando entre la vegetación de una de las rocas, lo que él no sabia era que me había asustado más a mi por su gran tamaño. Bueno cada uno por nuestro lado y en paz. Tomo una cerveza local mientras ojeo un cuaderno de las pinturas rupestres de la zona, y la recepcionista me informa del lugar por donde debo ir caminando para llegar a otra carretera principal donde suelen pasar las furgos de vuelta a Bulawayo.





Comienzo a andar y entre la sabana aparecen curiosas otro grupo de cebras, que debían de venir de beber en gran charca con agua bombeada que se veía al fondo. En Zimbabwe hace años que bombean agua a los estanques para que no se sequen fuera de la estación de lluvias y así mantener a las manadas todo el año en los parques. Se dejan fotografiar y me llama mucho la atención que dos de ellas estaban a medio pintar. Solo tenía a rayas sus patas, pero su cuerpo era marrón sin tunear. O se les acabo la pasta a medio pintar, o a los dioses les paso un ángel cuando las ponían en la tierra, o ahora se lleva camiseta lisa con pantalón a rayas. En todo caso preciosas y curiosas como todas, una variante rara de su especie.

Al menos recorrí los aproximadamente dos kilómetros que había a la puerta de salida del parque sin la pequeña tensión de la entrada, sabiendo por la chica del hotel que no había rinos o leopardos, habituales en el parque, en este área. Aunque la verdad, ver un leopardo que hubiera desayunado bien por la mañana dormitando en una rama, no me hubiera importado, es el quinto de los Big Five junto al búfalo, rinoceronte, león y elefante, y la verdad que solo vi uno en libertad en todos los safaris que hice hasta ahora, en el parque keniata de Masai Mara. Creo es el animal mas hermoso que se puede ver, y siendo mucho mas esbelto que el pequeño guepardo.

Bueno, ya en la carretera y disponiéndome ya a pasar varias horas esperando apareciera algún transporte por aquella poco o casi nada transitada vía, me siento en una afalladiza roca, como no, de brillante granito rojo de la zona, y cuando no habrían pasado ni cinco minutos aparece un matatu dirección Bulawayo y con un asiento libre. Lo del asiento libre fue para ir mas cómodo, porque como ya os conté, aunque no hubiera asiento libre se inventa en un momento, y allí no me dejan fijo. Por cuatro dólares aparezco al cabo de una hora en el centro de la ciudad, que junto con los cinco de la ida hacen una cantidad muy asumible, mientras que si hubiera tenido que pagar una visita convencional el total se hubiera acercado a los 200 euros. Si buscando la suerte, aparece algo más de suerte, el resultado es que todo se puede hacer de una forma más económica.

Ya en la ciudad, aprovecho para recorrerla y sacar alguna fotilla, como en una gran tienda de pelucas que ellas usan mucho para cambiar de peinado.

Y me voy caminando por las cuadriculadas manzanas hasta la Sexta con Five, donde están las oficinas de la empresa de buses Pathfinder que me recomendó la recepcionista del lodge de Matopos, y que esta vez decido tomar para descansar un poco en el viaje hacia Victoria Falls. Y digo descansar, porque era la primera vez en el viaje que tomaba un bus normal como los Alsas españoles, en vez de un matatu, minibús o destartalado bus regional. Y así fue por 9 euros más que en el que había venido de Harare, me subí al para ellos llamado luxury bus con servicio parecido al supra de Madrid. Refrigerador de agua en las oficinas de la terminal, maquina de café a mi servicio, check in de acceso al bus, vamos que ni me acordaba de lo que era viajar con un asiento para mi solo, y encima reclinable, como un señor, si señor.

En el viaje con ya algún viajero blanco, que desde que mi compañero de Kili Santi se despidió en Dar el Saalam, no había tenido ninguno, y viendo película de Eddy Murphy, con la que el pasaje se muere de risa, como hamburger de pollo y agua con gas que nos sirve el negrito y encantador azafato Zimbabwense.

En el trayecto voy viendo el paisaje desde mi gran cristal sin ventanilla, con aire acondicionado, y cuando el bus para en los cruces, los afanados vendedores de fruta y refrescos me ofrecen, sin posibilidad alguna de comprarles algo, ¿por donde me lo iban a entregar? ¿Cómo les iba a pagar? Me sentía más distante de la gente, los matatus son más incomodos, pero con sus ventanillas abiertas estas en contacto directo con la vida africana, con sus gentes, con los niños, no lo cambiaria durante todo el viaje.

Como siempre controles de policía, pero se nota que estamos en los países ricos de África, o por lo menos de los que lo fue, los coches de policía flamantes BMW y Mercedes, con señoras policías con simpático gorro azul marino tipo Tyrol austriaco, lo último en uniformes policiales. Veo gran lodge escuela de la organización SOS Aldeas infantiles, y mas adelante centro de Caritas Diocesana, que junto a los muchos vistos de World Vision y Unicef, me sirve mucho más aún para animar a todos a creer que casi todo el dinero que se da a la ayuda internacional llega a destino y aunque haya una parte burocrática, no debemos de dejar nunca de seguir ayudando, cada uno en la medida de lo posible, a la escolarización y asistencia sanitaria en tantas zonas rurales de este y otros continentes.

Asimismo se comprueba como afecta la crisis económica y política del gobierno de Mugabe en los últimos años, en este país con carreteras bien planificadas y construidas pero con la hierba de los arcenes sobrepasando la altura de los arboles, tendidos eléctricos y telefónicos tirados, y abandono de las vías del ferrocarril.

En cuanto a los poblados shonas, pocos en pequeños pueblos con sus chozas cónicas de ladrillo y techos de paja. Rebaños de cabras y vacas volviendo solas a sus empalizadas al acabar el día. Ya me había llamado mucho la atención en mi viaje por el Sahara y Sahel, comprobar como los rebaños funcionan por instinto de rutina. Magnifica y rojísima puesta de sol llegando a parque de Hwange, donde habita la mayor población de elefantes del planeta, y cercana a los 70.000 ejemplares.

Bastante pasaje del autobús se queda en esta ciudad anexa al parque, y el resto continuamos para llegar a Vic Falls en poco mas de cinco horas, la mitad que me llevaría en un autobús lowcost.

Vic Falls es la ciudad que se creó en la parte Zimbawense de las Cataratas Victoria para el turismo que llegaba a la zona, y que es la abreviatura de su nombre en ingles. El bus tiene parada en dos de sus lujosísimos hoteles, el Kingdom y el Ilala Hotel, yo me poso y me voy caminando a mi lujosísimo Shoestrings Backpackers Hotel, noooo, lujosísimo no, pero ambiente inigualable. Cuando llego con mi mochila ya bastante de noche, nadie se fija en mí en la recepción instalada en la barra del animado bar, donde una superfiesta mochilera con tambores locales y luz de velas en todo el jardín hacia casi imposible oír nada. Al final la camarera me atiende y me dice que solo hay libre una litera en una habitación compartida por 11$, vamos lo que venia buscando. Me instalo e intento cenar algo en una gran parrilla instalada en el jardín de la fiesta, pero con tal aforo el chef me dice que se les acabó casi todo y que no sirven más. Así que me salgo y aunque ya muy de noche me acerco hasta un rest camp a medio kilometro por la carretera que había visto al venir.

Allí si todavía están sirviendo cenas y elijo de su carta, fritos de cocodrilo con patatas bañados en salsa piri-piri de pimientos picantes, ya que sino es una carne bastante seca, y que en Zimbabwe es muy típica, y que recordaba era de lo que más me había gustado, cuando lo comí por primera vez en el restaurante Carnivore de Nairobi en anterior viaje a Kenia.

La verdad es que estaba delicioso, y con el hambre que traía, me hubiera comido hasta los dientes, del más que habitual habitante del rio Zambeze. De hecho en este rio es muy complicado bañarse sin conocer la zona por las grandes colonias de estos reptiles.

De vuelta a mi tranquilo alojamiento, es broma, era un macro botellón todavía a esas horas, me enfundo en mi saco sabana pensando ansiosamente en lo que me esperaba al día siguiente y que era el destino deseado de mi viaje: La séptima maravilla natural del mundo, las Cataratas Victoria. Pero eso os lo contaré en un blog solo para ellas, que como “Tres historias del Kilimanjaro” se lo merecen y mucho.

Os cuento enseguida...
P.D: Cuando paró la música, oí el rugido de las cercanas cataratas Victoria, see you tomorrow









1 comentario:

  1. Hola Alberto.
    Gracias por compartir tus experiencias de viajes.
    Estamos preparando un próximo viaje a Africa del sur y este, por libre, y ha sido muy interesante leer tus crónicas.
    A nosotras también nos gusta contar nuestras aventuras de viajes, para que sirvan de referencia a otros viajeros.
    www.viajesconmochila.blogspot.com
    Un saludo.
    Ainara

    ResponderEliminar